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Relatos cortos

La liada de Susan

Susan había empezado a tener pesadillas cuando vio el pasotismo de sus superiores. Ignoraban lo que estaba ocurriendo. Les cegaba la tranquilidad y el lujo. Pero aquello podría derrumbarse en menos que canta un gallo. Al menos eso imaginaba ella. Que cuando la gente de la calle empezara a quejarse, cuando el pueblo dejara de estar ciego, algo cambiaría en la actitud de aquellos que mandaban. La lluvia de billetes no le dejaba ver el berenjenal en el que se estaban metiendo. Solo unos cuantos privilegiados observaban los movimientos desde unos sillones, hace falta decirlo, realmente cómodos.
En sus visiones los veía, en aquel campo de golf que visitaron en mayo, tan tranquilos, coqueteando con las apuestas. Pero sus sonrisas se desvanecían cuando alguien gritaba: ¡Crisis! ¡Estamos en crisis! Entonces echaban a correr, parecían gansos espantados rodando campo a través. Algunos se quedaban enganchados en los matorrales más rebeldes; otros, con la inercia de la caída se golpeaban entre ellos sin encontrar el fin. Tenía su parte cómica, pensaba Susan, al despertar. Pero le impresionaba enormemente descubrirlos de esa guisa, cuando por la mañana todos parecían tan decentes en el office tomando café. Ellos estaban a salvo. Por el momento.
No entendía como dormían tranquilos, cómo conseguían anudarse bien la corbata sin pensar que estaban destruyendo miles de vidas. La gente ya empezaba a quejarse, de la calle ya se oían los primeros gritos. ¡Ay Dios ya estamos en ese punto! -se decía-, pensando que por fin, iban a hacer algo. Pero nada. Pasaban las semanas y nadie hacía nada al respecto. Los mismos desayunos de cien euros, los mismos gastos, las mismas reservas.
Alguien de arriba llamaba y decía que era hora de ponerse a trabajar. Pero para cuando salían de las reuniones: los mismos puros, las mismas caras y los mismos cerdos tras las leyes y derechos de todos.
No había estudiado tantos años para ver esto. Era frustrante porque creía que desde dentro podría ayudar a la gente. El sueño se desvaneció cuando fue descubriendo las manipulaciones, el derroche, el si no te callas ya no eres del club. Si no haces eso, te quedas sin aquello.
Le ardía la sangre cada vez que uno de los peces gordos sonreía al aprobar una ley que degradaba a la gente hasta el punto de llevar a casi cinco millones de personas a la miseria. Susan no era creyente, no desde que habían fallecido su madre y su hermano en un accidente de tráfico cuando ella estudiaba en la Universidad. Sin embargo, ahora, rezaba devotamente. Rezaba pidiendo que la consciencia de esos que mueven el mundo se revelara contra ellos y sufrieran. Tenían que sufrir de verdad, como la gente de la calle. Como aquellos que gritaban desde las puertas de sus oficinas.
Nada parecía funcionar, día tras día era testigo de cómo unos pocos se beneficiaban de la ignorancia de muchos así que un día, el día que le habían echado más broncas de lo normal. Un día en el que su jefe le había hecho tirar el café con leche que le había preparado Susan porque el azúcar no estaba suficientemente disuelto. Ese día, en el que la humillaron en una sala delante de más de cincuenta personas; decidió que sí podía y sí debía hacer algo desde dentro. Que sí valdría la pena su indignante trabajo y que sí sería escuchada, por fin.

Al llegar a casa, se preparó un bocadillo con un trozo de tortilla que habría sobrado del mediodía. Un vaso de coca-cola lleno hasta arriba y se acomodó en su escritorio.
Abrió un blog: LA VERGÜENZA DESDE DENTRO.
Ni ella misma estaba preparada para lo que vino a continuación. Se sentía cómoda despojando las vidas privadas de aquellos idiotas con corbata y el público empezó a tomarla en serio porque ya no podían tomarse en serio nada más. Sus críticas acabaron siendo referencia para muchos periodistas hartos de tener que dar tan malas noticias. La gente no entendía por qué se les estaba quitando el dinero y Susan les dada lógicas explicaciones. Su blog sumaba seguidores a razón de cientos al día. Y a medida que se sumaban sus fans también se sumaba el miedo a que la situación se le fuese de las manos. Usaba un pseudónimo y nunca escribía desde la oficina, pero incluso así empezó a temer que alguien la relacionase con el blog.
Pero el anonimato no era el destino de Susan. Pronto, los medios y los aficionados a la prensa rosa la localizaron. ¿Cómo? A saber, pero de la noche a la mañana una fotografía suya saliendo del Congreso era expuesta en máxima audiencia junto a unas letras doradas que rezaban: LA VERGÜENZA DESDE DENTRO. Y en unas más pequeñas: “Ya tenemos al topo”.
Se sentía muerta. Cuando vio las noticias de las nueve desde el sillón de su piso de cuarenta metros cuadrados. Cuando vio su fotografía, con esa cara de agobio, con esas gafas poco adecuadas. Cuando leyó la palabra topo. Se hundió. La iban a matar. A la mañana siguiente no se atrevió a ir a la oficina, tampoco a contestar las llamadas que estaba recibiendo, a todo momento. Ni hablar de coger el portátil y leer miles de mails pidiéndole más. Otros, simplemente felicitándola y supuso de alguno de la Administración informándole de su despido inmediato. Quiso morir. No tanto cuando su amigo Nacho llamó a la puerta.
– ¡Son las tres de la madrugada!
– ¿Y cuándo crees que puedo venir? Estoy harto de sortear periodistas. –estaba alucinado-.
Tenía aspecto de no haber dormido en una semana. Igual que ella. Pero cuando se cogieron de las manos, se miraron el uno al otro, satisfechos.
– La has liado parda. ¿Lo sabes no?
– ¿Servirá de algo, Nacho?
– Quizás vayas a la cárcel tú antes que ellos.
– Lo sé.
En el fondo, ella sabía que había obrado bien. A esos hijos de sus madres les vendría bien una lección. La gente ya sabía de primera mano lo que estaba ocurriendo. ¿Pero qué iba a cambiar eso? La gente sabe de los robos que cometen los poderosos y no hacen nada. Susan sabe que se las va a cargar, que nadie se mete con los peces gordos. Lo sabe, pero estaba bien harta de verlos todos los días, de oírles hablar de vacaciones millonarias, de esquiadas, de comidas. No podía con eso. Nacho le había aconsejado que dejara el trabajo, simplemente. Pero ella, era testaruda y tenía unos valores muy marcados.
– Creo que esta vez servirá de algo. Lo siento aquí. –dijo, tocándose el corazón-.
Y debería de servir, -pensaba Nacho-. ¿A qué estaba esperando la gente? Esto no se podía permitir. Si de algo se sentía orgulloso era de tener una gran amiga como Susan, que había sido capaz de aquello, de afrontarlo y de seguir convencida.
De pronto Susan tenía tantos apoyos que empezó a salir de casa, nunca sola. Nacho le acompañaba a todos lados. La gente la paraba por la calle, le hacía preguntas y le daban ánimos. Y ella les decía:
– Tenemos que luchar.
– Es nuestro Gobierno, no puede maltratarnos así.
– No debemos vivir en un mundo como éste.
– Hay que apostar por el cambio.
Y la gente la segundaba, y más, y luego muchos más. Y se organizaron manifestaciones con Susan y Nacho a la cabeza. Y miles de ciudadanos salieron a la calle y luego fueron millones, en todas las ciudades. Todos indignados por esta mierda de crisis. Por la corrupción, por los intereses de un 5% de la población de todo el mundo.
¿Podía ser viable una manifestación mundial? Eso se preguntaba desde la Asociación contra la Corrupción, que crearon a través del simple blog de Susan. Allí estaban los proyectos, las inquietudes de la gente, las necesidades de la clase media. Y también estaban allí las decepciones, las barreras, los abogados caros de quienes siguen en el poder. Las lágrimas, las batallas perdidas y finalmente, la desesperación y el abandono.
– No puedes rendirte ahora. –le dijo Nacho, que ahora era su marido-.
– Ya no lo siento aquí, cariño. Se ha ido mi fe en un mundo mejor. Hay demasiado poder en muy pocas manos. La única solución serían las armas. La sublevación, el caos. Y de eso, yo no quiero ser “El topo”.

Ya lo has leído todo y piensas que ojalá esta autora publique más. Quizá quieras ayudarme a que el próximo lanzamiento sea más rápido e inmediato. El proceso de escritura no puede forzarse, pero si el de publicación. Debes saber que sigo trabajando, que el proyecto está en marcha y que quizá, con tu aportación, podamos hacer que vea la luz mucho antes. Gracias infinitas, querido lector.

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