Agradecimientos

A los que ya no están pero que nunca olvido: Jordi, Mireia, Arturo y Marcela.

Agradecimiento es poco por todo lo que siento por quienes me han ayudado de alguna manera con este proyecto. Alrededor de la mente me ha dado tanto durante los últimos diez años de mi vida —y me quedo corta—, que me parece un sueño estar publicándolo. Gracias a todos por hacerlo posible.

A Patricia Cuesta, por todas las horas que te has pasado leyendo, subrayando, corrigiendo e incluso inventando cosas para mí. Por las risas cuando escribía cosas incoherentes, por los halagos cuando los merezco y por los años que llevas acompañándome en mis locuras. Algún día podré recompensarte, de momento, aquí dejo esta mención.
A Marta Biosca, por decirme verdades que duelen y por no dejar que desaparezca la magia de mi texto. Por recordarme que la vida es pasión y que la amistad es el tesoro más preciado.
A Raquel Fradera, por haber dedicado tus horas de convalecencia a mandarme esas muestras de color y estilo para la portada de esta novela, pero sobre todo por decir siempre sí cuando te necesito.
A Carlota Caulfield, mentora y amiga, por el tiempo que me has dedicado, entre clases, valorando mi trabajo con sinceridad y cariño. Por hacerme ver que soy novelista e instarme a escribir.
A Oscar Esquerda, editor de Ònix Editors por darme la oportunidad de ver plasmado este libro y confiar en que soy merecedora de formar parte en su colección de novela negra.
A Antonio Beneyto, pintor y escritor, que ha tenido a bien de prestarme la magnífica ilustración que pone cara y reflexión a mi novela.
A mi madre, Montserrat, por quedarte en shock cada vez que te cuento cómo avanza mi sueño. Porque si hay algo que me encanta es saber que estás orgullosa de mi.
A mi tía Esther y mi tía Conchi, a mi madrina Júlia y a Los Llopis, a mis primos Marta, Vanesa y Ginés, así como sus parejas e hijos, porque somos pocos y estamos desperdigados, pero cuando nos buscamos nos encontramos fácilmente.
Y, cómo no, a mi marido Ricardo y su hija Anna por quererme tanto, por aguantar mis ausencias y mis cambios de humor, por premiarme con cenas maravillosas y anécdotas divertidísimas. En definitiva, por hacerme ver que estoy donde debo estar en todo momento.